A veces, miro mis manos, que reflejan los años que van pasando para ellas, no solo en la aspereza del dorso, sino al darles la vuelta, aprecio las líneas que la surcan, unas llegan más lejos y otras menos, como alguna de mis esperanzas. Si continúo bajando, me encuentro con mi palabra, esa que debe recordarme que debo de ser yo mismo cada segundo, intentado discernir entre lo que pienso y lo que digo, entre lo que soy y lo que debo ser, entre lo que quiero y lo que me hago querer.
Creo que crecer consiste en discernir la importancia de los hechos, el andar rápido cuando es necesario y correr despacio cuando sea preciso. Situaciones que se van presentando antes o después o que no llegan a ocurrir nunca y que nos colocan en una línea de la etapa de la madurez, una posición en dicha línea no está determinada por lo que querramos avanzar, sino por lo que la vida quiera que avancemos.