viernes, 21 de mayo de 2021

Días de nada que lo son todo

 A veces la vida nos da un empujón y otro, y otro y ya te levantas y miras a tu alrededor porque lo primero que te viene a la cabeza es:"¿solo me empujan a mi?”. El ser humano es así, cree de manera inherente a sí, en la justicia, y espera de algún modo, que el que controla los empujones se dé cuenta de que los está repartiendo mal y entonces cambie y te dé un respiro. Y aquí vienen dos posiciones: esperamos a que ese ente reparta de manera coherente los empujones (lo cual ya os digo no pasará), o cuando estemos en pie, nos anclamos al suelo, miramos a algún lado (contamos con que el señor que reparte los mamporros es invisible, ¿vale?) y nos preparamos para el siguiente golpe, porque no nos engañemos, un empujón puede  ser casual pero varios seguidos, es una paliza y la única opción que tenemos, la única que nos queda,  es pelear, es levantarnos, porque unos reciben los golpes y otros, los que aprenden, los encajan. Se levantan sabiendo que vendrá un golpe, es inevitable esperarlo, la duda es: ¿de donde te vendrá esta vez?, no se sabe; pero lo que si podemos saber, es que vamos a estar preparados. 

El señor de los empujones, llamémoslo así, cuenta con un ejército, pero lo que no sabe, es que, donde él necesita un ejército para tumbarnos, nosotros nos bastamos nosotros mismos para levantarnos y encajar el siguiente, así que imaginaros lo que pasaría si probamos aprendiendo a encajar golpes hoy, para poder aguantar mañana. 

Tqm

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